viernes, 18 de febrero de 2011

Amanecer

Todos los días amanece. Después de la oscuridad viene el amanecer que nos anuncia el nacimiento de un nuevo día, pero también nos proclama la muerte de la noche, que volverá a nacer con un nuevo atardecer. El mundo, nuestro mundo es una continua y sublime recapitulación de ritos, vivencias, nacimientos y muertes.
Pero realmente ¿qué es nacimiento y qué es muerte? Son palabras que vestimos con ropas de alegría o tristeza, según nuestra cultura o estado de ánimo. Como siempre hago, prefiero mirarlas a través del prisma que un día encontré. Y una vez que lo hago, me doy cuenta de que no hay nacimiento sin muerte, muerte sin nacimiento, amanecer sin atardecer, noche sin día.
Amanecer.
Es solo dar un paso más. Es el triunfo de lo que hemos vivido y la esperanza de lo que llega.
Inicio un nuevo día con un amanecer que se antoja prometedor, pero los que me conocen saben que un día no son veinticuatro horas. No, simplemente pueden ser dos minutos o toda un aternidad. Una eternidad para buscarte y un minuto para encontrarte, una eternidad para estar contigo y volverte a perder en un nuevo amanecer.
Ten paz en tu corazón.

Sigues ahí

Sin abrir mis ojos veo que sigues ahí. Para ver, y eso tu me lo enseñaste, no hace falta abrir los ojos. Con que facilidad olvidamos lo que ya sabemos. Con que facilidad olvidamos lo que no se aprende. Tu me enseñaste que podía sacar de la profundidad del pozo todo aquello  que soy.
Ahora, que poco a poco extraigo cosas de ese pozo, sé del miedo a la verdad, de la angustia del recuerdo, de la pasión, de la esperanza y de las edades del mundo. Puedo ver que estás ahí, una vez más, con tu sonrisa limpia, con tu mirada tranquila. Veo tu mano tendida hacia mí, pero no logro coger nada de ti, ni darte nada.
Hay más cosas en el pozo, hay más pozos.

La eterna batalla entre el bien y el mal

¿Realmente existe la batalla? Si me aplico uno de los principios básicos de la mirada a través del prisma de la vida, no habría tal batalla puesto que no sabría distinguir entre el bien y el mal.  A eso a lo que mucha gente llama la eterna batalla entre el bien y el mal, yo lo llamaría enterno balance, busqueda del equilibrio universal... Y hay que ver lo que se ha escrito sobre esta batalla que ni siquiera es una batalla. en fin, que este mundo "racional" en el que vivimos está un poco loco.
Pero hay una batalla que aunque no sé si llamarla eterna si que es más interesante y sus consecuencias son más importantes aún si no somos capaces de pecerbirlas. Me refiero a la lucha continua en que están sometidas la razón y el corazón del ser humano. Si nos fijamos bien, el status quo de tal conflicto es, en el 99 % de los casos, una dictadura de la razón sobre los sentimientos. Ay, cuan fuerte es este pequeño dictador llamado razonamiento. Si, es como esos régimenes dictatoriales, donde no se admite otra fórmula que no sea la versión oficial que obviamente está totalmente de acuerdo y en linea con los preceptos del régimen. No se admiten alternativas políticas, no se admiten mundos paralelos a los que se pueda llegar por otras alternativas; la tierra es plana, el mundo es el que es y el tiempo es lineal y absoluto.
Pero la batalla aún no está perdida, no. Ni ganada. Es cuestión de educar, de buscar, de conocer, de hacerse las preguntas adecuadas. Porque no hay preguntas sin respuesta. Lo único que hay que hacer es formular las preguntas correctas. Hay que perder el miedo, hay que ser valiente, hay que lanzarse al camino de la busqueda, hay que seguir los consejos que nos da nuestro corazón. Eso llevará a la derrota del dictador porque esa es el camino y el acto en sí mismo.
Tened paz en vuestros corazones.

Bienaventuranzas

¿Hay algo más hermoso que perderse? Nos empeñamos en pasar por esta vida sin sobresaltos, sin salirnos del camino, sin pararnos a ver el paisaje. No nos gusta salirnos del itinerario marcado, con sus tiempos, sus paradas y sus normas. Vivimos con el riesgo medido. No queremos dar opción a la incertidumbre, al azar, a lo imprevisto, a la vida. Caminamos sin darnos cuenta de que lo importante no es llegar al final definido del trayecto sino el hecho de caminar en si mismo. Hacemos que la vida sea el medio para conseguir unos hechos puntuales, unos logros, unas metas; y pocos son los que se dan cuenta que la vida no es la herramienta, la vida es el objetivo, es la meta.
La vida sin riesgos es como un burdel sin mujeres: carece de sentido. Por eso:
Bienaventurados sean los que no saben leer los mapas, porque ellos hallarán nuevos prados.
Bienaventurados los que no entienden de señales, porque de ellos es el lenguaje del bosque.
Bienaventurados los que se paran en el camino, porque de ellos será la fragancia de la flor.
Bienaventurados los que se equivocan en el cruce, porque hacen suyo el camino.
Bienaventurados los que se pierden, porque gozarán al darse cuenta que no se perdieron nada.
Bienaventurados los que caminan despacio, porque de ellos es el vuelo de las nubes.
Bienaventurados los que no hacen noche en la fonda, porque se cubriráncon el manto de las estrellas.
Bienaventurados los que se salen del camino, porque de ellos será el agua fresca del río.
Bienaventurados los que corren riesgos, porque ellos llegarán al burdel de la vida.
Tened paz en vuestros corazones.

De la Batalla

En el fondo de sus ojos podía ver la confusión que avasallaba su mente. Sé que pensaba que eso no podía estar ocurriéndole a él. No había considerado la posibilidad de morir a los pies de su enemigo, yo. Al mismo tiempo, su mirada escudriñaba un atisbo de misericordia, de compasión y de empatía.
El sonido ensordecedor de la batalla servía de fondo para cada movimiento de mi cuerpo, de mi extraordinaria complexión. Nunca jamás sentí tanta fuerza física dentro de mí. Respiraba profundamente y hasta lo más hondo de mi cabeza llegaba el aroma embriagador de la sangre derramada por el enemigo. El sonido de choque entre espadas, escudos, armaduras... Gritos de dolor, gritos de desesperación, gritos de rabia, gritos. Más gritos. Una sinfonía que te insuflaba más fuerza; música que deleitaba mi instinto y lo mantenía despierto. Música que temía y que amaba a la vez.
Miré una vez más los ojos de aquel maldito desgraciado, alcé al máximo mi espada, solté un grito, solo uno, pero suficiente para derrumbar las murallas de Jericó; y al mismo tiempo descargué toda mi ira, toda mi fuerza, toda mi fe, toda mi ilusión sobre aquel cuerpo. ¿Gritó? No lo sé. Su sangre, templada y espesa, acabó por teñir de rojo lo poco que quedaba limpio de mi rostro. Ese olor a óxido de hierro volvió a penetrar en mi alma. El orgasmo de la muerte vulvió a surgir en mí.
Poco a poco aquel rumor iba bajando de intensidad, ya podían distinguirse voces singulares. El clamor del metal contra metal, de cuero contra cuero, de madera contra madera, de todo contra todo iba bajando poco a poco. Miré hacia el cielo azul. Más brillante que nunca, lo único que quedaba sin teñir por el rojo brillante de la vida. Miré a mi alrededor. Todo había acabado. El campo de batalla ya no era un campo de batalla.
La sinfonía de la gloria había concluido, los cánticos épicos silenciados. Aquel campo de batalla era ahora, el campo del dolor, del sufrimiento, de la lástima, de la pena. El desierto, mi desierto, más desierto que nunca. La brisa cruzaba por mi rostro resecando las últimas gotas de sangre que resbalaban por él. Miré mis manos y no las veía, solo la firma inconfundible de aquellos a los que vencí. Solté mi espada y quedó clavada en la arena. El desierto susurraba sus palabras sabias, siempre justas, siempre crueles, siempre amadas.
Había vencido, habíamos derrotado al enemigo, pero ¿donde está la gloria? ¿donde está la libertad? ¿donde está el honor? Éxplicaselo a ellos. ¿Dónde está la libertad de las viudas, dónde está la libertad de los huérfanos, dónde está la patria de las amadas que lloran arrodilladas  al lado de sus amantes, dónde la patria de los padres, de las madres? ¿Dónde está esa libertad? ¿Dónde?
Grité. Y las montañas del Atlas me respondieron con su silencio.
Ahora sé del sentido de la lucha, del corazón del guerrero. La batalla no se libró en el desierto, no. Se librará día tras día en nuestro corazón. ¿La victoria? La victoria llegará con el apellido de la derrota. El alma sobrevivirá. Y entonces verás.
Mis queridos hermanos guerreros, ahora que el fragor de la batalla os llama, no renunciéis al honor de la guerra, a la gloria de los vencedores, porque este es vuestro momento. Yo sé de vosotros y os amo por ello. Cuando volváis, contadme de vuestro momento, porque aquella edad del mundo ya pasó para mí.

Tened paz en vuestros corazones.

De los miedos y las obsesiones

Siempre he dicho que la vida se asemeja en nuestra alma al agua que corre por un río. Y en ese discurrir tendremos momentos de alegría, intensos, emocionantes, divertidos como esos rápidos; y a la vez tendremos momentos en las que las aguas de nuestro espíritu encuentran remansos, donde lo contemplativo domina, donde nos da tiempo a mirar hacia la orilla, donde respiramos profundamente.
Pero esas aguas también cruzarán por zonas de remolinos, como en la vida. Remolinos que muchas veces tienen nombres de miedos, de obsesiones. Esos remolinos que nos atraen y nos atrapan en su espiral y de los que resulta difícil salir indemne por no decir casi imposible.  Remolinos que nosotros mismos alimentamos  y que al igual que en un río pueden ser evitados.
En mi alma si yo pienso negro todo será negro y cuanto más lo siento negro más negro viene hacia mí. Si pienso en blanco todo se irá haciendo blanco y todo lo venga hacia mí será blanco. Y cuanto más pienso y siento en ese remolino más fuerza adquirirá atrayéndome más hacia su centro y no dejándome escapar. Estaré atrapado. ¡Qué difícil resulta dejar estos remolinos que secuestran nuestra alma! Pero no hay que dejarse vencer. Si la corriente me lleva hacia el centro, no debo sentir que no tengo fuerzas para salir de allí, no, sino sentir, desear que quiero llegar a la orilla; no mirar que el remolino me absorbe sino mirar que la orilla está cerca; no pensar que hacia el centro la fuerza es mayor, sino que hacia el exterior la fuerza es menor, y que si consigo alejarme un milímetro del centro, el siguiente me costará menos trabajo superarlo. Si consigo hacer eso, si consigo cambiar el color del remolino me daré cuenta de que todo no es tan negro como parecía, y que el remolino no es invencible. Entonces tendré la
suerte de saber de lo débil que es ese remolino, es más, en lo insignificante que es porque necesita de mí para existir. En un río, el remolino necesita de la corriente, yo, para existir; si no hay corriente no se crea el remolino. Y llegará el momento en que no tendré miedo a esos remolinos porque sabré que son “mis” remolinos y que los podré crear para atrae hacia mí aquello que deseo y que circula por el río. Entonces viviré, y viviré sin angustias.
A esas almas que piensan que no pueden con los remolinos solo decirles que incluso cuando no te sientes con fuerzas de salir de ese remolino, tiende una mano hacia la orilla. Porque en los ríos siempre hay otras almas dispuestas a tomar esa mano. Siempre, aunque tú te sientas lejos y sin voz. Porque esa mano será vista, y esa voz se escuchará incluso cuando tú estés en Monterey y tu mano salvadora en Sevilla.
Tened paz en vuestros corazones.

Avisos

Avisos.

Muchas veces uno deja de ver, y no sé por qué, los signos que el mundo nos deja escritos. Nos obcecamos en olvidar que el universo no tiene porqué restringirse a una sucesión de hechos tangibles y analizables a su vez por nuestra razón. Nos empeñamos en relegar a casi una mera existencia anecdótica las otras puertas y ventanas de nuestra casa, por las que también podemos mirar y comunicarnos con el exterior, hasta tal punto que finalmente creemos que solo hay una puerta en la casa y en definitiva, condenar la posibilidad de siquiera mencionar estas otras puertas y ventanas así como lo que podemos llegar a ver a través de ellas.

Desde hace un tiempo olvidé que formo parte del universo o lo que es lo mismo que no es algo externo a mí. El mundo no es la suma del universo y yo, sino que ahí sobra el “yo”. Vivir consciente de que uno se pasea por el universo fue un error y centrarme únicamente en el lenguaje, en el razonamiento y en la linealidad del tiempo y espacio, fue el segundo error. Una combinación perfecta. Y seguí viviendo, caminando por ese mundo, ignorando los susurros del universo. No quise darme cuenta de los avisos que me fueron dados y caí.

Pero no importa, si algo bueno tienen las caídas es que aprendes a levantarte. Ya me he levantado y ahora sigo caminando, pero caminando como nunca debí dejar de hacer.

Tened paz en vuestros corazones.